Un paracetamol, una mala película y Castillo

 

Sebástian acaba de leer la noticia de la prisión del ex presidente del Perú, Pedro Castillo. Sus primeras
emociones son positivas, llenas de alegría como si de algo muy personal fuera. No puede disfrutar tanto de esos sentimientos, ya que aún está convaleciente de una fuerte gripe que lo atacó hace unos días, igual que si de una dictadura del cuerpo se tratase. Se ha apoderado de él, sin su consentimiento – por culpa de otras personas que lo contagiaron – piensa él. ¡Mierda!. Esto es lo mismo que pasó en esta parte del continente americano: un grupo de personas entre anti Keiko, anti sistema, comunistas y los que no saben por qué eligen, nos llevaron a contagiarnos de un virus altamente nocivo y rojo por naturaleza. Si bien es cierto, este agente patógeno era ridículamente malo para extenderse por todo mi cuerpo, se mezcló con otros que lo hicieron sentir varios tétricos síntomas – piensa dentro de sí mismo.

Aún echado en la cama, Sebástian se pregunta por qué hay gente que sigue creyendo en Castillo. Luego de ser tan inocente por hacerse esa interrogante, vuelve en sí y dice: ¡Aquí lo que se busca, es un plan mayor, no que la gripe venga y se vaya, sino que un grupo ochentero de ideas radicales y suicidas tome el poder, joda la economía y busque perpetrarse en el dominio de una nación donde la democracia puede fallar!. Acto seguido de hablar tanto y, aún con síntomas de la puta gripe, se lleva a la boca la botella de agua que tienen a su costado y la toma sin cesar.

Al día siguiente, se levanta muy temprano. Algo no muy habitual en él. Prende la TV y ve algunas intervenciones de los congresistas que habían estado discutiendo sobre el adelanto de elecciones y pensó - cada vez que escuchaba los fragmentos -  lo ridículo de sus palabras, defensas a Castillo, y oía unas mil veces la palabra pueblo, como si se tratase de un juego. El que más veces diga pueblo gana el juego. Los minutos pasaban y el parlar de estos atrevidos era fenomenal. Conforme avanzaba el tiempo, la participación se volvía cada vez más estúpida, divertida por momentos, pero estúpida en su conjunto. Era como ver una mala película, pero que ya comenzaste y quieres ver cómo termina porque te da curiosidad de conocer el final.

El chico de más de 30 años recuerda una peli llamada “The Room” dirigida, actuada, escrita y producida por Tommy Wiseau considerada por muchos críticos como la mejor peor película de la historia. Sebástian no está muy de acuerdo con que sea la peor, él ha visto cosas peores, pero dice entre sí : ¡qué mala cinta! Aunque esperé el puto final para poder sacarme la espina de la duda y ver qué tan mal terminaba, y efectivamente su presagio resultó ser cierto.

Luego de estos afiebrados pensamientos producto de los virus que aún deben estar en su organismo tratando de cagarlo, vuelve a razonar sobre Castillo y lo que seguirá después. Porque la historia comunista en el Perú todavía no termina. A punto de cambiar de canal, sale la nueva presidente, Dina Boluarte, hablando sobre el estado de emergencia, y Sebástian tomando más agua de la que necesita en ese momento, espera con unos segundos de optimismo antes de hacer zapping. ¿Esta mujer podrá ser el paracetamol, que por lo menos baje un poco la fiebre? – se cuestiona. Pasado unos segundos, el ingenuo, iluso, mejor dicho, candoroso base 3 la escucha contradecirse en el uso de las armas y que lo policías no debían usar perdigones porque había que ver cómo iba evolucionando las protestas. Dentro de él decía: estos zánganos están destruyendo activos públicos y privados, golpeando policías, poniendo rocas en carreteras, incendiando lo que pueden, robando bancos y cosas que ahora no recuerdo. Y tú, Dina, que eres una flamante presidente, no tienes los ovarios para justificar el uso de la fuerza por parte de efectivos policiales y de las fuerzas armadas. ¡Qué triste! - piensa el iluso treintañero postrado en su cama. El país está a la deriva, aún el paracetamol no hace efecto, porque está vencido y  - lo peor de todo – la película aún le falta mucho para concluir. Lo único que espera Sebástian es que su gripe acabe, lo más pronto posible, para no estar en casa y obligarse a ver un poco de noticias de su país, porque le dan mucha pena, pero a la vez mucha curiosidad de cómo termina esta mierda.

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